Entrevistas

Alimentos vs comestibles: ¿qué es lo que comemos realmente?


Cada vez consumimos más productos que se autoproclaman light, con vitaminas, minerales, extra energía y miles de supuestos beneficios. Los comestibles, desde su packaging hasta su sabor parecen responder a ese viejo eslogan publicitario “si probás, no parás”. ¿Qué hace que cada vez tengamos más necesidad de ingerir estos supuestos alimentos y que a la vez estemos peor alimentados? Soledad Barruti, autora del libro “Malcomidos, Cómo la Industria Alimentaria Argentina nos está Matando”, viene investigando el tema hace años y nos cuenta las claves al respecto.

¿Por qué algunos alimentos nos generan esa necesidad de consumirlos casi compulsivamente?

Hay una cuestión biológica, nosotros somos omnívoros y como tales tenemos la capacidad de comer de todo y extraer algo que es importante para nuestra salud y para el correcto funcionamiento de nuestro organismo. En el hábitat donde se desenvolvió el ser humano había alimentos que estaban un poco más al alcance de la mano, como las plantas; y otros a los que era más dificultoso acceder, que no estaban disponibles en abundancia pero que encontrarlos significaba un montón de cosas importantes para nosotros. Por ejemplo, la grasa o el dulce; que es enseguida un sinónimo de energía para nuestro organismo. Entonces adoramos esas cosas de una manera totalmente natural. El asunto es que en la naturaleza o en un ambiente en donde los alimentos sean los correctos, esos sentidos te pueden guiar a tener una dieta equilibrada y a hacerte de las cosas necesarias. En el sistema donde nosotros vivimos, donde está todo comandado por una industria que necesita que consumamos y que nuestras instancias de comensalidad sean cada vez más para que podamos absorber todos los productos nuevos que tienen para ofrecer; todo está diseñado aprovechando esa debilidad evolutiva, para que no podamos parar de desearlo.

MINI BIO:
SOLEDAD BARRUTI

Nació en Buenos Aires en 1981, es periodista y autora de cuentos de ficción. Hace algunos años se dedica a escribir sobre la industria alimentaria y sus efectos. Actualmente está investigando sobre la alimentación de los niños en América Latina.

¿Podemos considerar “alimento” a este tipo de productos procesados que están en las góndolas de los supermercados?

Hay una clasificación, que para mí es la más interesante, que es la que hizo Brasil con sus guías alimentarias. Habla de alimentos frescos, que son los alimentos con los que nosotros mejor nos conectamos porque evolutivamente estamos diseñados para eso; luego están los alimentos procesados, que son los que incorporan ciertos procesos para hacer de un alimento algo un poco más durable, como por ejemplo un aceite o un alimento en un paquete como la cebolla cortada que te venden en una bolsa. Y después están los alimentos hiperprocesados: a los que les ponen el rótulo de “alimentos” porque te los comés, pero que vienen con un montón de problemas para la salud.

¿Y cuáles serían esos productos que son los más peligrosos y a la vez engañosos?

Inventaron situaciones de consumo que no tienen nada que ver con lo que realmente necesitamos; el rubro de las bebidas es uno de los más resaltables, porque nosotros necesitamos tomar agua. Te podés tomar un vino cada tanto o alguna otra cosa, pero no solamente que no hace falta, sino que directamente hace mal tomar otras cosas en vez de agua. Ahí tenés un rubro gigante que pasa por un arcoíris de distintas opciones, con y sin azúcar, pero todos son una porquería en el fondo. Después tenés un montón de otros productos que hablan de “matar un hambre” que en realidad no debería existir si vos comieras bien; que son estas cosas que te venden porque “necesitás” una colación. Todas instancias de comensalidad creadas vienen acompañadas de un montón de productos nuevos: barritas de cereal que en realidad son barritas de azúcar, galletitas o alfajores de arroz cubiertos por un chocolate que no es chocolate, relleno de un dulce que no es dulce. Todos esos son productos que si realmente te los pudieras sacar de encima, le harías un favor enorme a tu salud y a tu economía. Y también todos aquellos productos que se ponen al servicio de una idea que instaló la industria, que es la falta de tiempo: no hay tiempo para cocinar, no hay tiempo para preparar los alimentos, entonces vienen hechos. Y a los alimentos hechos, para que duren y sean estables en su color, en su composición y demás; les tienen que poner un montón de agregados que vos en tu casa no tendrías.

¿En qué momento comenzó a deteriorarse la calidad de la alimentación en el mundo y en nuestro país?

Hay dos formas en las que cambiaron los alimentos: primero está el problema sobre los alimentos frescos que deberíamos comer para estar bien, que es toda la intervención que se hace para que haya una mega producción que responda a la idea de economía de escala. Para eso se emplea una cantidad de agroquímicos, de antibióticos, que hacen que los alimentos que te tendrían que hacer bien vengan con un montón de problemas o que ya no sean los mismos, que tengan otra composición en sus grasas o que tengan menos vitaminas. Por otro lado, a medida que los alimentos comienzan a ser cada vez más propiedad de empresas y menos propiedad de las personas, empiezan a aparecer todos estos pseudoalimentos y comestibles que desplazan a la “comida”. En un supermercado es muy gráfica la situación: tenés un lugarcito muy chiquitito reservado para las frutas, verduras, y una carnicería ahí por detrás; después son góndolas y góndolas de la nada, de cosas de las que podrías prescindir y de hecho te haría mucho mejor. Más o menos el 80% del supermercado está habitado por esos productos. Eso es algo que se fue dando de forma muy progresiva, que tiene que ver con este siglo, que se precipitó en estos años y que cada vez lo va a hacer más por la variedad de cosas que ofrecen ahora para los mismos problemas de salud que generaron no dando comida de verdad a la gente.

¿Sabemos leer las etiquetas de los productos que consumimos? ¿A qué deberíamos prestar atención?

La idea básica es, primero, no mirar los frentes de los envases, porque eso es una publicidad que está diciendo que el jugo que tiene espumita es una cosa casera. Vos tenés que dar vuelta el paquete y no tenés que leer la lista de nutrientes, sino la lista de ingredientes, porque los nutrientes son algo sumamente confuso. Hay que observar cuál es la primera composición, porque los ingredientes van de mayor a menor peso: muchos de los productos tienen como segundo o tercer ingrediente el azúcar, aún las cosas saladas. Entonces hay que empezar a descartar esas cosas que son absurdas, que están contaminando nuestra dieta de azúcar. Si de repente te querés comprar una galletita integral y ves que el primer ingrediente es harina blanca, bueno, esa galletita no es integral. Hay que empezar a decodificar; por supuesto todo está hecho para que con las herramientas de un consumidor promedio no puedas descifrar algunas cosas. El azúcar es una de las más indescifrables, porque muchas veces está escondida en forma de carbohidratos; es muy complejo, entonces nosotros como consumidores deberíamos reclamar un etiquetado más claro. Esta es una discusión que en nuestro país no está, pero en otros países del mundo sí está dándose y es hacia lo que tiende todo, porque no podemos vivir en esta confusión de dar vuelta las cosas y no saber qué estamos comiendo. Descifrar una etiqueta es un trabajo pesadillezco que toma un montón de tiempo, pero que hay que hacer porque sino, estás comprando un montón de engaños, de palabras y de lemas que no te están diciendo nada.

Para seguir leyendo sobre el tema

MALCOMIDOS

Cómo la industria alimentaria argentina nos está matando (2013)

El primer ensayo de investigación de Soledad Barruti desentraña el proceso de producción de los alimentos en nuestro país, qué factores políticos, económicos y sociales intervienen en el deterioro de nuestra alimentación y qué podemos hacer como consumidores para frenarlo.

Otras notas de esta edición

La abogada argentina Ana Mon es presidenta de la Federación Argentina de Apoyo Familiar y ha impulsado la creación de más de 1.000 centros para ayudar a menores en situación de calle. Charlamos con ella para conocer de qué se trata este proyecto que lleva más de 30 años de labor solidaria sostenida y ha sido reconocido en todo el mundo.

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